lunes, 7 de mayo de 2012

¿Qué busca alguien cuando consulta a un psicólogo? Crónica del turno que nunca fue.




           

            Tendría unos veinte años y estaba en primer año de la carrera de psicología. No tenía trabajo y quería empezar terapia, así que busqué en el hospital público de mi barrio, el hospital Zubizarreta, un turno para ver a un psicólogo. Recuerdo que había muchas personas en la sala de espera. Un hombre grande, alto, llamaba por orden de llegada a los allí presentes. Cada vez que alguien le preguntaba algo el hombre respondía seco: “No hay más turnos”. En su mayoría eran mujeres de mediana edad, a decir verdad yo desentonaba. La gente terminó pasando de la bronca a la risa, realmente era muy gracioso ver al psicólogo en esa posición irrevocable, casi molesto por tanta demanda de ser escuchados y recibir un trato al menos cordial. Luego de esperar alrededor de una hora, la ansiada puerta blanca se abrió y el hombre grande, de mirada cansada, piel curtida y cara limpia se asomó envuelto en un guardapolvo a medias desabrochado. Desde su planilla pronunció mi apellido. Entré soltando una risa nerviosa provocada por las miradas pícaras que las señoras me dedicaban:
“La que te espera nene”, imaginé que pensaban.
“¿De qué te reís?”, exhortó apenas nos sentamos en el consultorio improvisado. “De nada”, fue mi respuesta incómoda por el interrogatorio. Lo demás es previsible, me fui sin turno pero con su número de teléfono. Evidentemente quería que hiciera terapia con él de manera privada pero mi situación económica no me lo permitía. Luego de unas semanas lo llamé, quizás con la esperanza de encontrar algún tipo de ayuda u orientación, pero me encontré con un profesional más preocupado por si podía pagar sus elevados honorarios y al confirmarle por la negativa cortó sin otro interés.

            Decidí realizar este recorte para ser lo más claro posible. Una persona cuando consulta a un psicólogo está buscando ser escuchada. A eso estamos llamados por quien solicita nuestra atención en un primer momento. Luego vendrá el análisis inexorable, la reconstrucción de la historia familiar, los recursos terapéuticos al servicio de transformar la enfermedad en amor y trabajo, pero nada de esto puede suceder si primero no nos ofrecemos como soporte de contención afectivo, así sea con la sola presencia, dispuestos a escuchar y mostrar nuestro interés en el sufrimiento de quien nos consulta. No es una tarea sencilla pero es la que elegimos como psicólogos, siempre está la posibilidad de cambiar de profesión para aquel que no le guste ocupar este lugar tan difícil pero a la vez gratificante.  

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